Signares

 

Un signare de Gorée junto con sus esclavos

Signare de la isla de San Luis, Senegal, acompañada de su esclava. Ilustración de Jacques Grasset de Saint-Sauveur, París, 1788

"Signare", litografía publicada en las Esquisses sénégalaises del abad David Boilat ( 1853 )
Signare y esclava, de Nousveaux
Ceremonia de boda mulata, “a la moda del país”, de Jean-Baptiste Léonard Durand, 1801
Marianne, hija del gobernador Blanchot y esclava liberada, casada "a la moda del país" con Louis Linckenheyl, originario de Alsacia 
Lat Sukaabe en 1701 capturó y encarceló al director general de la Compagnie du Senegal, André Brue, y saqueó Gorée
Signare y esclavas, de Gustave Clarence Rodolphe Boulanger, 1861
Un baile de Signares, con europeos

El primer día, después de haber cruzado un arroyo tributario del río Gambia, descansaron en la casa de una mujer africana llamada Camilla, que había sido «chère amie» de un comerciante blanco, y que se le distinguía con el tratamiento de Seniora, herencia de la antigua influencia portuguesa. En otros lugares, como Goré y St. Luois, se conocen como Signares, derivado del mismo origen portugués, pero pasado por el tamiz francés. Estas mujeres africanas o mestizas, casadas según la «ley local común» con europeos, llegaron a tener una gran influencia y riqueza durante varios siglos.

A principios del siglo XVI, aventureros judíos portugueses crearon los puestos comerciales de Joal, Rufisco y Saly Portudal en la costa de Senegal. Estos «Lançados» se casaron con las hijas de los jefes de las aldeas Serer y de estas uniones, a menudo duraderas, nacieron mestizos que formaron una comunidad de varios cientos de individuos a finales del siglo XVII. Debido a las incursiones de los reyes negreros de Cayor, en particular por la tiranía de Lat Soucabé, se produjo el éxodo de las Signares y sus familias a Gorée y Saint-Louis, a la sombra de los fuertes franceses.

Las signares se distinguieron por sus habilidades comerciales, políticas y seductoras. Se convirtieron en auténticas empresarias que dominaron el mercado de pieles, goma, añil, índigo, especias y esclavos; capaces de dirigir a sus equipos de artesanos cautivos para construir sus casas o proporcionar servicios a los puestos comerciales occidentales.

Algunas de ellas se «casaron» con los gobernadores y oficiales de mayor rango de las islas. Gracias a sus redes familiares, lograron influir a las autoridades del poder monárquico de Francia e Inglaterra para frustrar cualquier decisión que desestabilizara su forma de vida.

Recepción del Príncipe de Joinville en la isla de Gorée, 1842. Edouard-Auguste Nousveaux (1811-1867). Aparecen varias signares, entre ellas Annacolas Pépin. Colecciones del Palacio de Versalles
Gorée, vista del lado este, impresión 1830
La Casa de Anna Colas es visible en este dibujo de Étienne Adolphe d'Hastrel de Rivedoux, 1839
Tambores en el patio de la Casa de Gobierno de Gorée, pintado en 1837 por el Príncipe de Joinville 

 Calle Saint-Germain de Gorée; a la derecha, la casa de la signare Victoria Albis, a la izquierda, la casa de Annacolas Pépin. Acuareka de Adolphe d'Hastrel, 1839
Pozo público en Gorée, litografía de Adolphe d'Hastrel, 1839
Gorée - 1861 - La vuelta al mundo
Patio interior de una casa en Gorée, ilustración de Emile de Bérard, 1867
"Interior de signare", grabado publicado en Costa Oeste de África del coronel Frey (1890)
Gorée - 1852 - René Guillotin
Gorée - 1852 - René Guillotin

Después de 1780, durante la dominación inglesa, las signares construyeron las primeras casas de piedra en Gorée, muchas de ellas en el lugar donde se encontraban las antiguas murallas. De esa época datan la casa rosa de Nicolas Pepin, que luego se llamó «casa de Anna Colas» y la casa principal de su hermana, la signare Anne Pepin. Al lado de esta, se encontraba la casa de la signare Catherine Louêt, la más rica del siglo XVIII.

El albañil francés François Touranjou tuvo un hijo mulato llamado Martin con la signare Louise Commulle. Martin, heredero de los conocimientos paternos, casado con la signare Charlotte Desprez ―media hermana de Anne Pépin―, enseñó a los esclavos domésticos de las signares a construir casas al estilo occidental y se convirtió en el maestro de obras de la mayoría de las más de ochenta casas de aquella época. Su conocimiento transmitido a los cautivos hizo que Gorée se convirtiera en un centro de competencia de albañiles, carpinteros y herreros y el único puerto en África occidental capaz de hacer reparaciones de pequeña carpintería marina.

Signare Emilie Mervins, por Darondeau, 1843. En el marco aparece la inscripción “compañera del almirante conde E. Bouët Willaumez”.
 Yandy Sène, retrato realizado en la década de 1760. Destaca lo suntuosamente vestida y adornada que está. Su tocado es similar al que llevaban las primeros signares.
Signare de Gorée. Este grabado lleva una leyenda que afirma que “las signares son, en general, más vivaces y astutos que los hombres de su raza”
Signare de Fort-de-France, Martinica. Retrato de la escuela francesa del siglo XIX. Se desconoce cómo llegó a Martinica. Si bien el ministro Choiseul de Luis XV, propuso a las signares que tomaran tierras a voluntad en la Guayana francesa. 
 Signare Mary de Saint Jean de Gorée, esposa del diputado Barthélémy Durand, por Edward Auguste Nousveaux hacia 1843. Revista Le Tour du Monde de 1862. Barthélémy Durand era hijo de un comerciante francés y la signare Rosalie Aussenac
Signare en traje completo, ilustración en Voyages à la Côte Occidentale d'Afrique, Stanislas Darondeau, 1890.
Signare de Senegal. Signare quêtant à l'église (ilustración de Côte occidentale d'Afrique du Colonel Frey
Signares de Senegal vestida con ropas de luto, ilustración de Côte occidentale d'Afrique du Colonel Frey, Jeanniot, 1890, Biblioteca Nacional de Francia
Retrato anacrónico de Marie-José Crespin bailando con el Caballero de los Boufflers, por Myrto Debard, 1950s

Marie-José Crespin, magistrada jubilada de Gorée, sostiene el retrato de su antepasado, Benjamín Crespin, que  llegó a Senegal durante la Revolución Francesa y se casó con una signare.

Algunos retratos de signares destacadas

Chevalier de Boufflers (Stanislas), autor y fecha desconocidos
 Caballero de Boufflers dando un baile con signares, cuadro de Myrto Debard, años 1950s. El palacio donde se representa no existía en tiempos de Boufflers
Ourika junto a un busto del mariscal Beauvau, por Sophie de Tott, c. 1793
Mariscal de Beauvau (Élise Bryère, 1834) y su esposa Charlotte de Rohan-Chabot (retrato que aparece en sus memorias)
Ourika, anónimo. Hay indicios que fuera de la propia madame Beauvau
Ourika, anónimo. Probablemente la última representación de la joven antes de morir
Claire de Duras, anónimo, 1840

Segunda edición de la novela Ourika, 1824

La casa de Anne Pépin todavía estaba en construcción cuando llegó el chevalier de Boufflers en 1786. Como la mayoría de las casas de Gorée, se financió gracias a los ingresos generados por el contrabando de goma arábiga y oro que había organizado con varios oficiales y gobernadores de Senegal. Boufflers, que había ido como sus predecesores a enriquecerse «al estilo del país», también contribuyó a las arcas de la Pepin. Los amores entre el Caballero de Boufflers y la signare Anne Pépin forman parte de la historia romántica de Senegal.

Ourika era una niña de tres años que compró el Chevalier de Boufflers en Saint-Louis, Senegal. «Ella es bonita, no como el día, sino como la noche. Sus ojos son como pequeñas estrellas, y su porte es tan suave y tranquilo, que me conmueven las lágrimas al pensar que esta pobre niña me fue vendida como un corderito… Si el barco que la transportará tarda tiempo en salir, no sé cómo voy a tener fuerza para separarme de ella», extracto de una carta de Boufflers (8 de febrero de 1786). Finalmente se la entregó «como niña de compañía» a sus tíos: Charles Juste de Beauvau, mariscal de Beauvau, y su segunda esposa, Marie Charlotte Sylvie de Rohan-Chabot. Vivió con ellos hasta su trágica muerte de tuberculosis en 1799, a los dieciséis años. La princesa de Beauvau menciona brevemente a Ourika en sus memorias, después de su muerte, donde escribió que amaba a Ourika como a una hija y habló con entusiasmo de sus cualidades.

Esta historia inspiró a Madame Claire de Duras la novela Ourika publicada en 1823. En ella, una joven huérfana senegalesa es salvada de la esclavitud por Madame de B., quien la acoge y educa como a una hija. Pronto Ourika se da cuenta del prejuicio que provocaba su color de piel. Enamorada de Charles, nieto de Madame de B, que sólo la ve como una hermana y se casa con una mujer francesa, Ourika se recluye en un convento, donde morirá de melancolía.

Dido Belle y Lady Elizabeth Murray, David Martin, 1778
William Murray, primer conde de Mansfield, Jean-Baptiste van Loo, 1745
Kenwood house, Harold Lawes, 1940s
Sir John Lindsay
Murray con su túnica parlamentaria como conde, por John Singleton Copley 1783
Francis Hargrave, quien representó a James Somersett, finales del XVIII
El barco de esclavos, JMW Turner, basado en aquella masacre, 1840
Monumento a Mansfield en la Abadía de Westminster, con una figura que representa la Sabiduría, obra de John Flaxman, 1801
Dibujo de Goya, duquesa de Alba con la negrita María de la Luz, c. 1795. Otro ejemplo de niña africana criada por la nobleza, tratadas, en algún caso, como una mascota.
La amante de Baudelaire, "Vénus Noir", por Édouard Manet, 1862. Otra época, otra vida

Un caso similar al de Ourika ocurrió en Gran Bretaña. Dido Elizabeth Belle (1761–1804), nacida en la esclavitud, era hija natural de Maria Belle, esclava de las Indias Occidentales británicas, y del capitán de la marina John Lindsay. Lindsay se llevó consigo a Dido cuando volvió a Inglaterra en 1765, confiándosela a su tío William Murray, conde de Mansfield. Los Murray educaron a Dido como mujer libre en Kenwood House, donde también vivía otra sobrina, Elizabeth Murray, huérfana. Dido vivió allí más de treinta años y, a menudo, ayudó a Mansfield escribiendo al dictado sus cartas, lo que demuestra su nivel de educación. En su testamento de 1793, Lord Mansfield confirmó la libertad de Dido, pero no la reconoció como sobrina nieta, y le dejó una herencia veinte veces menor que a Elizabeth. Su padre biológico, Lindsay, fallecido en 1788, ni la reconoció como hija ni la dejó un penique.

En aquellos años, Mansfield, Lord Jefe de Justicia, falló en dos casos relacionados con la esclavitud. En el caso Somersett, dictaminó en 1772 que la esclavitud no tenía precedente en la ley común de Inglaterra, y que nunca estuvo autorizada bajo las leyes positivas ―quizás influyera su relación con Dido―, lo que significó el final formal de la esclavitud dentro de Gran Bretaña. En el caso de la masacre del barco negrero Zong, en 1781, en el que 142 esclavos fueron arrojados al mar para cobrar el seguro, falló en contra de los propietarios del barco, después de demostrarse que no se trataba de un caso de «necesidad absoluta» para salvar a la tripulación y al resto de esclavos, sino por errores del capitán y sin justificación alguna. Antes, sin embargo, había declarado que «el caso de los esclavos era el mismo que si los caballos hubieran sido arrojados por la borda».

Comentarios

Entradas populares de este blog

El misterio del río Níger y Tombuctú

Holland House

HMS Endeavour