Primer viaje de Mungo Park I
Memorial de Mungo Park a orillas del río Gambia, en el lugar de la antigua Pisania (hoy Karantaba)
Antigua factoría de esclavos, a orillas del río Gambia
Lugar donde desembarcó Mungo Park, Pisania, actual Karantaba
Mapa de África occidental que muestra los pueblos, las lenguas y la influencia mandinka, 1906.
Un jefe mandingo, y su cacique, imagen tomada de Observaciones sobre la costa de Barlovento de África, publicado por G. y W. Nicol; James Asperne: Londres, 1807. Autor Joseph Corry, ilustrado por Joseph C Stadler.
Con el apoyo de Joseph Banks, Park fue seleccionado como sucesor de Daniel Houghton, una vez confirmada su muerte en el Sahara. Su misión era idéntica: averiguar el curso del río Níger, sus fuentes y desembocadura; visitar los principales pueblos de sus alrededores, en especial Tombuctú y Hausa.
Partió de Portsmouth el 22 de mayo de 1795, en un bergantín de nombre Endeavour ―como la goleta del primer viaje al pacífico del capitán Cook―, un barco que viajaba a Gambia en busca de cera de abejas y marfil. El 21 de junio, llegaron al río Gambia y lo remontaron doscientas millas hasta el puesto comercial británico de Pisania.
Pisania estaba habitada por el Dr. Laidley, los hermanos Ainsley y numerosos criados. Gozaban de la protección del rey de Yany, en cuyos dominios se encontraban, y la mayor parte del comercio de marfil, oro y esclavos estaba en sus manos. La Asociación Africana le había entregado a Park un escrito de recomendación para el Dr. Ladley y una carta de crédito por valor de doscientas libras.
Allí pasó varios meses, en los que se dedicó a aprender la lengua mandinga, observar los usos y costumbres de los nativos, recabar información sobre los territorios que tendría que atravesar y hacer algunas excursiones botánicas. Cayó enfermo varias veces y esperó a que pasara la época de lluvias.
Busto de Julio César
Esquema de la batalla de Tapso, entre cesarianos y pompeyanos, realizado en el siglo xvii según una obra de Andrea Palladio
Estatua de Catón el Joven. Obra de Jean-Baptiste Roman, quien la comenzó en 1832, acabada por François Rude en 1840. Catón se suicidó al conocer la derrota.
A Mungo Park le sorprendió que los nativos de África Occidental no hubieran adquirido la destreza de domar elefantes, «esa poderosa y dócil criatura», y utilizar su fuerza y facultades al servicio del hombre. Cuando les contó a algunos de ellos que esto lo hacían en las Indias Orientales, se rieron de él y exclamaron: «¡Tobaubo fonnio! ¡Tobaubo fonnio!» (¡Mentira de hombre blanco!). También reflejó en su libro que los mandingas cazaban elefantes con armas de fuego para vender los colmillos a los europeos y comer su carne, que les parecía un manjar.
En efecto, la tradición de adiestrar elefantes se remonta a unos 4.000 años en el valle hindú, según documentan pinturas y estatuas antiguas. En la mayoría de los casos, los elefantes pertenecían a los reyes y se usaban para la guerra o por simple prestigio. Los entrenadores formaban castas particulares y gozaban de gran honor y respeto. En los grandes establos los jinetes eran soldados y estaban organizados como una caballería.
La tradición se extendió lentamente hacia Occidente. Aníbal utilizó elefantes de guerra en el año 264 a.C. contra los romanos, y nuevamente fueron utilizados en el año 262 a.C. en Sicilia, y en el año 250 a.C. en Palermo. Más de un siglo después, en la batalla de Thapsus (6 de febrero de 46 a. C.), Julio César armó a su quinta legión con hachas y ordenó a sus legionarios que atacaran las patas de los elefantes. Fue el último uso significativo de elefantes en Occidente.
En cuanto al África subsahariana, a excepción de Etiopía y Somalia, donde había tribus cazadoras expertas en domar elefantes, nunca fueron entrenados.
Litografía de la escuela inglesa sobre Mungo Park, 1888
Barras de hierro utilizadas como moneda de cambio en África
Antes de partir, Mungo Park ultimó los preparativos con ayuda del Dr. Laidley. Consiguió dos sirvientes negros para acompañarle. El primero se llamaba Johnson, nativo de la región, que hablaba inglés y mandinga, pues había sido enviado a Jamaica como esclavo en su juventud y su amo, tras darle la libertad, lo llevó a Inglaterra, antes de regresar a su país natal. Lo contrató como intérprete de mandinga, a razón de diez barras mensuales que le pagaría a él mismo y cinco barras al mes que se pagarían a su esposa durante su ausencia (El valor de una barra se refería al de una barra de hierro, que en aquellos tiempos equivalía a dos chelines).
El segundo era un esclavo doméstico del propio Laidley, llamado Demba; un joven vivaz que, además de mandingo, hablaba el idioma de los serawoolli, un pueblo del interior en las orillas del Senegal. El doctor Laidley prometió darle la libertad a su regreso, en caso de recibir informes favorables de su fidelidad y sus méritos.
Park compró un caballo para él, de poca alzada pero resistente y brioso, y dos asnos para su intérprete y su sirviente. Su equipaje era ligero: un pequeño surtido de cuentas, ámbar y tabaco, para comprar provisiones; algunas mudas de ropa blanca y otras prendas; un paraguas, un sextante de bolsillo, una brújula magnética y un termómetro; junto con dos escopetas de caza y dos pares de pistolas. No menos importante fue su sombrero de chistera con su amplia copa, quizás el único objeto con el que logró regresar, ya que le sirvió de portafolio para guardar todas sus notas.
Pueblo bambara en el valle superior del río Senegal, 1890. (Ilustración de Côte occidentale d'Afrique del coronel Frey)
Interior de una cabaña bambara
Mujeres bambara cocinando maíz
Mungo Park comenzó el viaje con provisiones para dos días, dispuesto a comer lo que encontrara por el camino. No llevaba tienda, dormiría sobre esteras o, si tenía suerte, en una cama hecha de cañas o gruesos tallos de maíz sobre el suelo de una sencilla choza con techo de paja. Para taparse, una manta y su capa. La Asociación debió disuadirle de cargar muchas provisiones, pensando que su antecesor, Houghton, había excitado la rapiña de los ladrones por llevar demasiadas. Con Laidley contrajo una deuda de menos de cuarenta y cinco libras que, sumadas al valor de su equipo, el coste total no superaba las cien. Un importe muy modesto, en comparación con la mayoría de las expediciones europeas a África posteriores, incluido su segundo viaje.
Un «mahometano» que viajaba al reino de Bambara y dos slatees (mercaderes de esclavos), del pueblo serawoolli y misma fe, que se dirigían a Bondou, se ofrecieron acompañarle hasta sus lugares de destino; al igual que un negro natural de Kasson, herrero del Dr. Laidley, que regresaba a su país natal con los ahorros de varios años. Viajaban a pie, conduciendo sus asnos delante de ellos. El propio Dr. Laidley y los señores Ainsley, con varios de sus sirvientes, le acompañaron los dos primeros días.
Así de equipado y apoyado, sin ningún mapa que le pudiera ayudar, estaba listo para adentrase en el «vasto espacio en blanco» que tenía ante él; eligiendo los caminos que le parecieran más adecuados y confiando en su inteligencia para abordar los problemas imprevisibles. El 2 de diciembre de 1795 comenzó el viaje hacia el interior de África.
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